No me esperen en Abril. Alfredo Bryce Echenique.
"Hoy terminan las vacaciones de Sísifo"
Los pasos perdidos. Alejo Carpentier
"Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizás estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevar de Sébastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba"
Rayuela. Julio Cortázar
Saber ciertas cosas. Ciertas cosas que nadie sabe. La extraña y congénita melancolía de atardecer lejos de casa. Ese exigible retuerto en la boca del estómago al inicio de la noche; esa eterna e incontestable pregunta del labio inferior, como el humo colgando, cansada pregunta colgando; la insuperable mística de un poco de café derramado – el equilibrio quizás- vertido fuera de sitio, los puchos en el plato y una luz a contrapelo, rebotando, torpe en cada detalle ya resuelto y abandonando, denotando el perfil de las cosas que se designan en silencio.
Saber ciertas cosas. El verso del perro flotando en el agua, contra gravedades, contra corrientes, lomo arriba, tenaz, persiguiendo un destino, un maldito destino al que, de llegar, no llegará consciente. La infinita fracción de tus ojos cerrados, décimas de segundo nomás, y pensar morir, pensar quedarnos ausente por siempre a dos cuencas negadas.
Saber ciertas cosas. No dominar tu lenguaje, no controlar las señas, los signos, las fingidas metáforas. Piolines, palanganas. Rumorear los sentidos, descifrar con el tacto los escondrijos de todos los cuentos, Walt, Felipe, de todos los cuentos que tanto me se. La inevitable esperanza de la mañana, amarrarse a la orilla un día más, meter periódicos en el cuerpo, aliviar el frío, soplar fuerte, paralelos, geométricos perfectos el agua, el banco y un hombro ajeno. La inevitable esperanza de la mañana, de todas las mañanas del mundo, de todas las grandes palabras copiadas, fingidas, de tantos giros simulados, de pequeños amagos de vida. En fin, la luz en el marco de una ventana- siempre pasado, siempre irrepetible, abrasnado un instante de retina- estelas, miríadas de estrellas, pariendo creando paraísos en un pedazo de sol que hiere la sombra, la toma y hace hijos, besos.
Saber tantas cosas. Como que no estás. Y que la casa cruje en sus rincones, que el cuerpo chirría, blasfema, se mutila a horas que pasan.
(volver a contemporáneos)
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