sábado, 17 de noviembre de 2007

(V) REAUMER-SEBASTOPOL

REAUMER-SEBASTOPOL. Cambia el minotauro. Ariadna que no viene y apretar los brazos contra la boca del gáster, suspirar, tragar saliva. Evitar una incómoda apnea. Cambia el minotauro. Correspondance Porte d´Orleans.

Y este murmullo que crece, este murmullo que crece. Salir disparados de izquierda a derecha hacia arriba hacia abajo.
"Este inevitable contacto social", socarrón, tímido, "esta timidez vulgar"
Y las gafas empañadas. Se trata obviamente de despechar Clignancourt, de seguir todo ese montón fraterno de united colors, tomarles el movimiento uniforme y acertar, tener tiento. Y se cansa, jura suave, sacude el sudor. Moustaki en su banqueta afinando
le meteque amparado por un extraño anuncio de refrescos. Acaricia suave los lentes con el borde raído de la camisa, murmura, aclara ideas, convoca rostros. Deseo ajado. Y Horacio se descarga la bolsa de un hombro más que harto, dormido, y extravía la mirada contra las vías. El pagano extranjero exprime el mástil y el aire alrededor, sacando acordes que rebotan en el románico techo y se van perdiendo boca oscura, primigenia, la caverna.
"La ñoaranza ese ladrillo de bilis a la salida del estómago, digestiones apáticas, lentas y pesadas, esa flema que impide la conversación medida. Una anciana o una chiquilla - no recuerdo- llorando hace años en un banco. No se dónde ni cuándo ni porqué, ni siquiera a cuento de qué ahora".
Se recuesta, echa mano y se reprime un censurado cigarrillo.
"Se trata sobre todo de fingir. Putear bajito, maldecir justo, decir las oraciones necesarias en los sitios convenientes y luego disimular, con mucho tacto disimular. Aparentar, como el nudo en la corbata, aparente esa exquisita educación, buen humor o mala hostia, pero todo tan medido. Pero escapa, exilio, ley de extranjería por humor excesivo, frontalización y moria desordenada. Escapa, vamos, escaleras arriba corre. Pierde por piernas la risa, esa estúpida línea roja en los labios, finge un rictus amargo, el perro siempre hacia arriba, herido en sangre el dorso".
Apura el paso. Moustaki pule a su espalda las piedras con la garganta en brea, se deslizan lentas y pesadas las sílabas contra los rincones, esas paredes peladas tan bellas, la ruinosa geografía del infierno. Una vieja recoge algo del suelo y lo guarda en un bolsillo asimétrico del abrigo. Suda de pensarlo. Se niega un segundo cigarrillo mientras calcula qué día será allá arrib, si la luna habrá adelantado cuartos y habrá empezado a jugar de una vez por todas contra el calendario, si se habrá perdido unos cuantos años, si estarán anegados los barrios, el anunciado diluvio y amanecería en una nueva Venecia: si se habrán olvidado algunas palabras y su uso estará rutinariamente restringido; si resucitarían por fin aquellos que tanto lo merecían: un anciano orinaba en el armario y dormia con sandalias y aquellos otros que gritaban como niños en los patios; si se harán largado, muerto, partido, extrañado los farsantes de siempre.
Maldijo bajo, en fonemas inventados, mordiéndose un trozo de labio y entró a saco en el vagón, cayendo casi de cabeza contra media comunidad judía del Marais. Se disculpó con esa sonrisa universal que tan bien gasta, mientras los niños y el rabino continuaban su pequeña clase ambulante de historias hebraicas, relatos del Talmud, escribiendo letras al moverse.
"Se trata sobre todo de fingir. Punto seguido. Ya veo, ya veo", retoma de nuevo centrado por fin por el cabeceo y la penumbra amodorrante del vagón. "Se trata sobre todo de fingir".


viernes, 9 de noviembre de 2007

(IV) ARTS ET MÉTIERS

Crisis de ansiedad Traveler. Los muertos que acumulamos en los días. Cuatro, seis, doscientas manos y un trozo de pan. Qué ridículas luego las imágenes en la prensa, bretonianas, la realeza desfilando, abanderada, tierna y emocionadamene desfilando y un ciudadano noruego en el borde de una tabla haciendo piruetas hacia el agua y aplausos. Aplausos y antes en la farmacia una muchachita de luto con tres niños implorando excipientes que no hemos visto hace años, que nos niegan tantas cumbres, tantos desórdenes mundiales, regionales y personales. Estrictamente sí, decididamente sí. Mejor aferrarse a la sincera cordura de su blazier compañero, a la mínima pero factible y segura salida de su sonrisa salida compañero.
Piaf ha enmudecido. Exige terriblemente asténica y ausente un salario mínimo. Su ticket también lleva adjunto un plus de cansancio y apatía al dorso. Trastabillea por el pasillo y asiente muda al escaso beneficio de su afonía.
"tomá, tomá" mudo aconseja. "Aclará la garganta con amargo veneno, enturbiá el espiritú y cantá, cantá azulino nomás. Acaso un día nos suspendan la electricidad del metro y haya como vos cada quince metros para guiar los pasos en estos días de espanto"
Se difumina el silencio. Un alborotado grupo, versátil y enloquecedor, se agita en los asientos del fondo, chillan, saltan, se abrazan, entonan sus himnos particulares. El periódico sigue sin contribuir a nada con sus extensos titulares y unas fotos herrumbrosas que se quejan, que se quejan.
"Somos poetas. Ya ves. No nos basta leer quedos los papeles, buscar movilidad o motocicleta, cambiar de piso, renovar la tricota en Invierno, cambiar de apartamento o mudarse de buhardilla", mueve el cuello, baja la barbilla, se inclina sobre su pechera. "Maldito precio por nada. A nosotros nos toca asumir todos los comportamientos, resumir los detalles, convocar claúsulas extrañas que definan actitudes, provocar lágrimas pese a tanta xerostomía de tres al cuarto. Entornamos los dedos al éter insoportable de la soledad, los retorcemos y agitamos, hacemos muecas asombradas, conjuras de hermosas invocaciones. Fingir ternuras - este es el primum movens- fingir, crear abrumadoras teorías en prosa o en verso. Llorar sin ganas, reir sin ganas, cantar a destiempo, ridículos sin música, sin temor al desafinado tono de la melodía. Sin seguridades ni sobresueldos, sin extraordinarias a fin de año. Renunciar a ordenar los papeles del banco, a ser objetivo y cordial con las letras del piso. Asomarse a la noche sin cuento, perder horas de sueño, rezarle al plenilunio urbanamente negado tantas veces, anda bocabajo sin entreno ni permiso. Somos poetas. Maldito pedazo que nadie quiere. No es fácil, chilla Gloria, no es fácil señores ser poetas. Perder el apetito, adelgazar seis kilos, interrumpir los gustosos banquetes. Morir tres veces al día, renacer, renacerse de nuevo otras tantas. Reinventarnos la esperanza con escombros, aguja e hilo. Amueblarse de episodios de asombro y mantener cierta pátina de compostura: comentar aquella jugada, el nuevo delito monetario, el espeluznante avance tecnológico, otro necesario incremento tecnológico, la disposición de la sal en la estantería: rechazando en todo tantos vivos, tantos muertos, dos , cuatro, doscientas manos y un trozo de pan. Somos poetas. Mala y jodida broma Horacio, mala y jodida broma. Emborracharse del viento en la quebrada, de nubes tangibles o huecas, de un cuerpo imposible reinventando la sombra. Seguir apuntando en recónditos milagros de la memoria las vocales que nadie quiere. Besar imposibles y posibles también, escarbar miedos y exorcismos que los hundan. Ser funambulistas, payasos que las mareas despiertan desorientados y torpes, ensombrecidos y sin cordura. No es fácil, no. Mentirme entre tantas letras. Sabés, repito, primum movens: fingir. Sólo por equivocarme una vez más. El boleto confundido, haber salido en dirección contraria, estar donde no tenía. Belli afinaba más: otro día haber podido estar y no estar. REAUMER-SEBASTOPOL