RÉPUBLIQUE. “¿Encontraría de nuevo a la Maga?. Yo también lo pregunto. Añoranza. Algún terreno de esos baldíos, farragoso, empantanado, movedizo, tierras de nadie entre la razón y el sentimiento. Yo también me lo pregunto”.
Se enmohece a ratos el anden y la población estática esperando. Un acento turbio alrededor, ocre al tacto. Y escupe, silba, silba la máquina entrando en estación, chillido celestial; estirando los apéndices metálicos para desplegar nuevas tierras, reconocerlas al tiento, otros ojos, otras manos, otras lenguas por reinventar.
“But then, darkness, sweet darkness”
Recorre los vagones de una a uno con el gesto, buscando docentemente el número asignado, por el azar asignado, esa combinación inventada de letras y claves minutos antes alrededor de una mesa en un café. El asfixiante bochorno de fuera parece echarse atrás, mitigarse por la celosa comodidad del aire, artificial y benefactor aire de la máquina. Toma asiento hacia la mitad.
“Un equilibrio necesario de partida” piensa. “Salimos del centro. Nos escoraremos, nos dejaremos llevar, derivaremos al rumbo, embarrancar la quilla. ¿Relativismo?¿resignación? Puto destino nomás Oliveira”.
Una señora mayor, con un pañuelo malva con sobrefondo de azaleas rojas cabecea junto a la ventana; la piel perfecta y casi rítmicamente surcada por miles de arrugas que se entrecuzan, fugan y revisten una geografía sutil , con fronteras de ámbar y plata. “Bastaría transpirar y quebrar el sueño. Delfines, talco, rosas, espejos quizás”.
En frente un extraordinario ejecutivo. Simétrico también el rostro y el atuendo. Conforme, de libro, extraño aquí abajo, definición estricta de manuales de estilo al uso. Cruzada impecable una pierna sobre la otra, un bronceado aterrador y una frente tersa sin rastros de sudor, sin signos delatadores de hora punta y masificación laboral.
“No temás viejo” bromea bajito “acaso exista mayor explicación, más cordura, mejor entendimiento en esa perfumadita blazier, en la raya de su pantalón. Su bufanda – de vos refiero- y esa pose gastada atufa retórica”
Y como leyendo mentes el prohombre que se mueve, extiende la mano y argumenta:
“Buenas tardes, va a sentarse”. Intuye la pregunta con dos palabras cogidas al vuelo entre el ruido. Pausa, sonrojo, pausa de nuevo y balbuceo, un tímido sí sí, con traducción repetida y torpe a tres idiomas. “No estará ocupado ¿verdad?” “No, no”. Retirar los periódicos. Acoger la bolsa entre las piernas y acomodar las pupilas a la oscuridad de ahí fuera.
Aquí dentro todo el mundo aparenta ser extraño disimulando tras un libro, repasando los itinerarios, combinando trayectos, denotando su condición de provisionalidad por el acento y los aspavientos que hace contra inercia en las curvas afiladas; escondiéndose en semánticas confusas, exoticas al cosmopolita oído de otros rutinarios viajeros.
“Saber cosas de allá, del cerro, de vos. Del lado del que pudimos estar , del que no estamos. De otros boletos que pudimos comprar y que descartamos”. La cabeza que se mueve como idiota, que se mueve como idiota. “Hay mucho que aprender de las bestias” cita, “mucho le debemos a los intrincados rincones, paleocortex, a los oscuros pasajes, a las batallas perdidas”.
Y el aire que se para. Nadie pendiente de nadie o todos pendientes de todos. La luz, la sorpresa de esta luz de nuevo, este pálido y enfermizo color amortiguado recurso de supervivencia, pero tanta Vida, tanta Vida ahí fuera. TEMPLE.
miércoles, 17 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Y yo, que también me lo preguntaba, me lo preguntaré ahora aun mucho más, entre puente y puente.
Bonito el gorrión. Ahora, leído, entiendo que no vuele a feeds si no le da la gana.
Qué bueno esta señora Resteiro, oiga. QUé buenos los manuscritos de juventud. Que te recomiende Artemio para mí bares de los de París, de cuando su viaje.
Ya le digo que te recomiende sus rincones favoritos.
Abrazos
Publicar un comentario